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lunes, septiembre 08, 2008

Caliente...tibio...frío... 

En los últimos tiempos me he dado cuenta que cada vez veo menos tele. A veces alguna serie enganchada de casualidad y nada más.

El zapping suele engancharme. Si paso por Seinfeld...obviamente...me quedo. Vi todos los capítulos, pero no me importa repetir. Confieso que hay un programa que suele provocar el abandono del control remoto: el canal de ventas. No cualquier producto, eh? Sólo los que muestran el Wonder Max o similares. Esos elementos que logran que cualquiera se pueda lucir preparando un plato gourmet, decorado como si fuera un experto, con sólo hacer 1, 2, 3 en alguno de esos aparatos.

Supe comprar uno que tenía una especie de cuchilla y un resorte. Se presionaba, la cuchilla bajaba, cortaba, subía cambiando el ángulo y volvía a bajar. Se suponía que en 3 cortes transformaba un tomate en una maestría del concasse. Aclaro que después del primer corte, la cuchilla se trababa de tal manera que había que sacarla, acomodarla a mano y volver a ubicarla sobre el tomate. Cortar...cortaba...si reviso bien, seguramente en un par de dedos debo tener alguna prueba. Dejé de usarla.

Algo similar pasó con una mandolina con la que rebané papas, zanahorias, berenjenas y una yema de dedo. Las papas rejilla salían casi como en el Palacio de la papa frita...pero el costo era alto. Un presupuesto en curitas. Dejé de usarla.

Los cuchillos Ginsu cortaban caños de plástico sin desafilarse. Lástima que en casa no tenía caños de plástico para cortar. Esos sirvieron...hasta que se desafilaron.

Así como recuerdo a mi padre escuchando el partido en su radio de siempre, o dándole cuerda al mismo despertador durante años, tengo en mente a mi madre y las mismas cacerolas. Unas compradas hace como 30 años...de una aleación de aluminio similar a algo que, dicen, se usaba en los cohetes que iban a la luna. Ya partimos de un error...no creo que cohete alguna haya llegado a la luna. A duras penas a algún satélite artificial...pero a la luna no me parece. Y esas cosas duraban. Servíamos la comida de navidad en los mismos platos cada año y la fuente también era la misma.

No se en qué momento nos creímos que las cosas pueden ser descartables. O será que no las cuidamos? O la calidad no es la misma?

La semana pasada golpeé sin querer contra el marco de la puerta a mi termo amarillo. Termo que mantenía el agua de un día para otro sin caer en la exageración. Termo envidiado por personas que no conseguían agua para el mate de la tarde...yo siempre tenía...era de la mañana...pero parecía recién calentada.

Hoy fui a Los Gajos, ferretería de la zona, a intentar lo imposible: reemplazar mi termo amarillo. Le fui directo a la mejor marca: Lumilagro. Máximo precio: $35. He sido burlada. Me vendieron como termo un elemento para mi inútil: un caro fabricador de agua tibia. No tiene instrucciones, pero debería decir: introduzca agua hirviendo, tape, espere de 10 a 15 minutos y obtendrá agua tibia idea para NADA.

No puedo ir a reclamar porque todos los termos del piso funcionan así. Y acá anda...sin matear. En los últimos meses he perdido a mi cebadora de mates, a quien sutilemente me recordaba que no debía perder el ritmo: "cebar...tomar...cebar...pasar" cuando preguntaba desde el escritorio de enfrente "María, el mate!!" y ahora mi termo que más que Lumilagro era un milagro...

María, a esto de comprar una jarra eléctrica...