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domingo, noviembre 15, 2009

Hasta el finde del mundo... 

Ante todo...flojísimo DHL. Compré una postal y escribí: Tutu, acá estoy...en el fin del mundo...extrañándo a mi chica favotira...y la postal nunca llegó!!!! Y no puedo decir nada porque todavía no supera la indignación cuando se dio cuenta que los carteros y encargados leen sus postales...y todos saben que tiene una tía que la llama Tutu. Le expliqué que el cartero no tiene tiempo de leer esas cosas...pero ella tiene sus dudas.

En fin.

Otro día subí a otro avión y llegué a Ushuaia. Increíble sensación de ver el sol desde mi ventana a las 21.00.

Me quedé en una hostería con techo transparente...podía ver caer los copos de nieve!!!

El viaje entero pudo tener como único objetivo subir al Tren del fin del mundo...y anduve!!!!! Toda la historia me parece lógica: hay que poblar la isla...voluntariamente poca gente querría venir...hagamos como hicieron con Australia...hagamos una cárcel. Y así poblaron la isla...con presos y militares.

Qué frío!!!!!!!!!!!! Pasamos por un arroyo del que no recuerdo su nombre original...pero se que ahora es conocido como 'Pipo', en honor a un preso que quiso escaparse nadando por el río...sin éxito.



Durante una hora recorrimos 7 kilómetros del Parque Nacional a bordo del tan mentado Tren. El más caro del mundo...creo. Pagué $90...más $10 como entrada al parque. Para no olvidarme que vivo en Argentina...el tren que venía detrás nuestro descarriló y todo el servicio sufrió demoras. ;)

Más turbas, más Farolitos Chinos, más Barba de viejo...y...los famosos Frutos del bosque que tanto color le dan a los helados de Munchi's.


Otro recuerdo de mis clases de biología: Cadena trófica o cadena alimenticia. En un ecosistema, las especies son eslabones en el proceso de nutrición. Una especie se alimenta de otra...y a la vez es comida de otra. Si rompemos ese eslabón...la cadena misma se rompe.


Al parecer alguien faltó a esa clase y se le ocurrió la brillante idea de importar una especie: los castores. Muy lindos en fotos y en teoría. Estos simpáticos roedores han hecho de la zona su hábitat...y...a menos que el Coyote que persigue al Correcaminos haga lo mismo que los protagonistas de La Rosa Púrpura del Cairo...los castores no tendrían predador natural. Es decir, les faltó leer la parte que decía: predadores naturales: osos y coyotes. Entonces, desconociendo los castores el concepto de control de la natalidad, se han multiplicado y adueñado de la zona. En un par de días tiran abajo un árbol...y en estos años han hecho de las suyas, devastando grandes extensiones. Ojo, hay que darles mérito: ellos solitos construyen diques. Sin ser ingenieros se dieron maña para hacer esta castorera.

Miren lo que usan para afilar sus dientes!!!!


Demasiado frío...demasiada caminata. Paré a tomar un exquisito chocolate caliente mientras veía nevar en el Lago Roca. Momento postal del viaje.




Cuando vi este cartel me di cuenta que mi viaje estaba llegando al fin. La Ruta 3 que dice Celeste Carballo tomaría una mañana, había llegado a su fin. Me invadió un dejo de nostalgia. Como cuando Forrest Gump llegaba a un océano y sabía que tenía que pegar la vuelta.





Insistí en seguir viaje más al sur...hasta que lo vi. La decena de grados bajo cero que hacían en la cubierta del barco y ver ese faro me hizo escapar el lagrimón que preludia un final. No me quedaba mucho más por recorrer. Los pantalones estaban llenos de barro, los borceguíes tramitaban un retiro voluntario, mi hígado ya no resistía la sobredosis diaria de chocolate caliente...acomodé las cosas en la mochila, me subí al avión y volví.

Afortunadamente, a las 3.30 am Buenos Aires me regaló una refrescada temporal. Me vine con la ropa de nieve, las botas y las dos camperas...si se mantenían los veintitantos grados que hicieron a la tarde me iba a ver en problemas.

Llegué a casa...me bañé...dormí un rato y a las 7.00 volví a la vida normal de alguien que habita una oficina en el centro de la ciudad por 10 horas seguidas.

Un día entero sentí que el piso se movía. Traté de no andar caminando mucho entre los escritorios para que mis compañeros no pensaran que no era agua lo que le estaba poniendo al mate. Mal de tierra le dicen. Ganas de seguir navegando le digo yo.

María, pensando en las próximas vacaciones...

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