La palabra...menudo tema, no?
Reconozco que mi vocabulario es limitado...conozco pocas palabras y creo que uso siempre las mismas. Mi consuelo: hay gente peor que yo. (Mal de muchos, consuelo de tontos).
Para mi sorpresa, de casualidad como todo en la vida, llegó a mi algo que escribió una criatura de casi 20 (veinte) años. Básicamente me sorprendió por la edad. No se si querría que la publique...quizás no se entere...por las dudas no pongo el nombre. Si un día se entera y se quiere hacer cargo, la subscribirá, sino, seguirá en el anonimato como "una estudiante".
María, disfrutando del talento de los jóvenes...
Soy la palabra, razón de ser del hombre.
Fui el monólogo de Dios en la creación del mundo, cuando aún no era más que un silencio transparente. Y parece que allí me originé, en el eterno infinito. ¡Qué destino! Nacer de la nada, y serlo todo. Nacer de la mente de un Ser abstracto, para concretar sus sueños; forjar el camino de la humanidad. Soy el escudo invencible del tiempo, el diálogo inconcluso del cosmos, la perpetuidad de la acción, la abstracción de la idea, el principio del ser.
Mi oficio es saber ser palabra; dominar la metamorfosis constante en la que vivo; ser discurso, silencio, idea, símbolo, mentira, nombre, sonido, insulto, voz, delirio. Aceptar el cambio sin resignación, abarcarlo todo. Agachar la cabeza ante la inculpación. Rechazar reclamos, impune.
Soy la palabra, mis días marchan sin tiempo. Como el alma, vivo un único momento proyectado a lo eterno. Encuentro lugar en todas las cosas: soy el lenguaje absoluto, la explicación de lo incógnito, la salvación de lo roído.
Lo he visto todo, sin ver nada. Lo he escuchado todo; soy la voz que dice, que proclama, que otorga, que llora, que calla. La voz que sabe decir, que sabe proclamar; la voz que sabe hacer silencio.
Soy el agua corriente del libro, el refugio del poeta, el dolor del mártir, la oración del creyente. Soy el deseo, el grito, el pensamiento atrevido; soy la conciencia, la inconsciencia, la culpa, el miedo. Y soy la mierda, la fealdad, la prostituta, la perfecta imperfección; soy la palabra viva, la palabrota, el palabrerío.
Soy el aleph de Borges, la puerta abierta del destino. Soy la escalera al infierno, el idioma del número, la personificación de la mente. Soy la caricia de la voz, la sombra, el pudor, el olvido, la venganza. Soy la desilusión, la sorpresa, la suerte. Soy la memoria, inmaculada sombra; soy el color de todas las cosas.
El papel es mi soporte, el cuerpo, mi barco; el alma, mi llave; el aire, mi aliado.
Tengo esclavos, admiradores, enemigos, profetas. Muchos me han estudiado, intentando salvarse, escaparse de sus cuerpos. Incluso hubo quien me ha querido comprar; pero son los que no saben que soy inalcanzable (al alcance de todos, sin entregarme a nadie).
Soy la palabra, auténtica historia.
Soy la comprobación de la existencia, sin mi no habría pensamiento, experiencia, ni vida. Soy la destrucción de lo falso.
No he nacido, no he muerto y sin embargo, resucito cada día, en cada cosa, siendo siempre en esencia, la misma. Siempre.
Soy palabra, origen y fin.
Dicto sentencia a mi gusto.
Planeo el desencuentro.
Doy vida al espíritu.
Llamo a la muerte.
Venzo al amor.
Lo atravieso todo.
Y lo sé…
No tengo perdón.
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Etiquetas: una palabra Carlos Varela
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